El kéfir es un alimento similar al yogur ya que se obtiene por fermentación de la leche a través de levaduras y bacilos. El bacilo más utilizado es el Lactobacillus acidophilus y la principal levadura es el hongo Saccharomyces kefir.
En ambos caso -kéfir y yogur- se producen dos alimentos derivados de la fermentación de la leche, y por tanto, éste proceso aumenta la digestibilidad y su tolerancia inicial respecto al de la leche. Es decir, ambos alimentos se digieren mejor que la leche y originan menos problemas.
Además, tienen efectos beneficiosos en el tracto intestinal al aportar microorganismos vivos que ayudan a regenerar y mantener en óptimas condiciones la flora intestinal, evitando también la proliferación de bacterias perjudiciales para nuestro organismo.
Diferencia entre el kéfir y el yogur
La principal diferencia reside en el tipo de microorganismos utilizados y la fermentación que producen, siendo la del yogur exclusivamente láctica y la del kéfir una reacción ácido-alcohólica. Al utilizarse también diferentes microorganismos, también varía su resultado. En el kéfir, no solo se produce una transformación de la lactosa en ácido láctico, sino que también obtenemos alcohol etílico y dióxido de carbono.
Origen del kéfir
El kéfir es originario de los países Caucásicos, en concreto de sus montañas, dónde se elabora este producto desde hace miles de años. De hecho, se le considera la leche fermentada más antigua que conocemos. Se empezó a expandir primero por Europa, pero en la actualidad su uso y su consumo es en todo el mundo.
¿Cómo se utiliza el kéfir?
En primer lugar, es necesario conseguir las cepas. Estas cepas no se pueden comprar en el supermercado, sino que han sido cultivadas. Una vez se han obtenido las cepas, se introducen en un recipiente que se pueda cerrar, junto con la leche y se deja a temperatura ambiente durante un día como mínimo, hasta que empiece a fermentar. Las medidas suelen ser dos cucharadas de cepas de microorganismos por cada medio litro de leche, preferiblemente fresca.
Dependiendo de si queremos un sabor más intenso o no, se dejará reposar por más tiempo o se añadirá mayor cantidad de cepa. Una vez terminado el proceso de fermentación y reposo, se cuela el líquido y se separa de las cepas del kéfir.
A las cepas se les podrá añadir más leche con posterioridad, para que se haga mayor cantidad de producto.
Tipos de kéfir
- Kéfir de leche: es el más conocido y el más consumido. Se elabora a partir de la leche, debido a que tiene un sabor más agradable y más semejante al del yogur.
- Kéfir de agua: ideal para aquellas personas que no deseen consumir leche porque realizan una alimentación exenta de ella o de lácteos. Al elaborarse a partir de agua, resulta aún más tolerable para el organismo. A parte de la diferencia del tipo de fermentación, las cepas son las mismas.
- Kéfir de té o ‘kombucha‘: las cepas del kéfir de kombuha son diferentes, y también se realiza mediante un proceso de fermentación diferente al que ya hemos explicado. La fermentación se realiza sin tapar el recipiente que contiene el alimento en reposo, lo cual le confiere particularidades propias y aumente las posibilidades de su contaminación. Por tanto, en este último caso, hay que tener especial cuidado con la higiene.
¿Qué tiene el kéfir?
Las cepas que se utilizan para la elaboración del kéfir son unos microorganismos que debido a su semejanza, se considera que contienen efectos probióticos muy parecidos a los del yogur. Dichos probióticos son producidos gracias a las bacterias y hongos que contiene que propician una flora intestinal beneficiosa para una adecuada salud de los intestinos.
¿Cómo debe conservarse el kéfir?
Es necesario que siempre esté sumergido en un medio o recipiente húmedo donde pueda reproducirse sin problemas. Este medio puede ser el agua o la leche, del tipo que consideremos que se adapta mejor a nuestras necesidades.