¿Qué hay realmente en el pan que comemos?
Es de todos conocido que la calidad del pan que consumimos a diario ha disminuido con el paso del tiempo. Actualmente la gran mayoría del pan que podemos encontrar en supermercados, gasolineras y por supuesto panaderías y pastelerías es un pan de masa pre-cocida que se elabora previamente a nivel industrial y que luego se hornea en hornos eléctricos para obtener así esas barras que adquirimos diariamente.
Pero no solo el pan que comemos es de escasa calidad (ahora volveremos a el porqué), si no que comemos mucho menos pan. Nuestro ritmo de vida, las prisas y el escaso tiempo para cocinar y comer (para otras cosas siempre hay tiempo…) han hecho que desterremos poco a poco el pan de nuestra mesa y lo sustituyamos por otros acompañamientos mucho menos saludables y nutritivos, pero eso es otra historia…
Pero ¿por qué la calidad del pan que consumimos es tan baja?, hay varios factores que vamos a intentar explicar :
Para empezar hay que saber ¿qué es pan?, según el diccionario de la RAE se define pan como “alimento que consiste en una masa de harina, levadura y agua, cocida en un horno”,
Bien, si partimos de la harina deberíamos saber que el grano de cereal a partir del cual se hace la harina contiene 3 partes.
El germen
El salvado
El endosperma.
Obviamente si hacemos una harina moliendo el grano completo de cualquier cereal obtendremos una harina que contiene los nutrientes de estas tres partes del grano, vitaminas, minerales, fibra, etc. El primer problema viene por el hecho de que la harina que se utiliza para hacer pan es refinada, eso significa que se prescinde de dos de los componentes (germen y salvado) del grano para evitar las sustancias susceptibles de deteriorarse y afectar a la estabilidad de la harina. El resultado es un polvo blanco muy estable que no se estropea, ni se enrancia, ni es atacado por insectos, pero que tampoco nutre, ni sabe…
Respecto al agua poco que decir, se utiliza agua del grifo, lo cual no es bueno ni malo, simplemente es una agua apta para el consumo humano a la que se añade cloro como conservante.
Respecto al agua poco que decir, se utiliza agua del grifo, lo cual no es bueno ni malo, simplemente es una agua apta para el consumo humano a la que se añade cloro como conservante.
El tercer ingrediente es la levadura, pero ¿qué es la levadura?, la levadura son microorganismos que interactuan con la harina y el agua y producen procesos biológicos de fermentación. Esto hace que esas levaduras digieran parcialmente la harina y la conviertan en algo comestible para nosotros, además producen gas y otros compuestos que confieren al pan su sabor, esponjosidad y textura característica . La forma de obtener levadura es relativamente sencilla, las levaduras (hay cientos de ellas) están en la atmósfera y en la harina, solamente debemos “ponerles de comer”. Agua, harina y unas buenas condiciones de calor y ya tenemos levaduras en nuestra masa, la famosa masa madre. A partir de este compuesto iniciador podremos elaborar más pan siempre que queramos.
Pero esto es un proceso lento y algunas veces imprevisible, el pan industrial se elabora con levaduras de panadería (cepas seleccionadas de un solo microorganismo) o químicas (compuestos que generan CO2 ). Con ello la industria consigue hacer pan en muy poco tiempo y sin la incertidumbre.
Dado que partimos de una harina refinada con escaso poder nutricional y por ende escaso sabor, la industria utilizado algunos ingredientes más para añadir al pan: Entre otros azúcar, grasas, cereales malteados para añadir sabor y color y aditivos múltiples que permitan el congelado y la conservación (antiapelmazantes, conservantes, blanqueantes…).
Por otro lado hay que ver el proceso de elaboración de este tipo de pan, se trata obviamente de sacar el máximo rendimiento a cada barra. Para ello hay técnicas de amasado intensivo que logran acortar el proceso de amasado y crean panes con miga muy blanca y cortezas finas. Migas muy ligeras con mucho volumen pero con escaso peso…¿os suena?.. Las levaduras utilizadas por la industria solo hacen una fermentación alcohólica de la masa, se deja de hacer la segunda fermentación láctica, clave para romper las cadenas de proteínas (gluten) y el almidón. Lo cual influye drásticamente en la digestibilidad del pan.
Un tercer factor, y no menos importante, es el factor social. El consumidor actual quiere productos listos para comer en cualquier sitio y momento. Esto no casa bien con un proceso artesano. El trabajo de panadero es duro, muy duro, al fin y al cabo se trabaja con un producto que hay que mimar y cuidar. El panadero madruga para tener listo el pan a primera hora de la mañana y lo hace todos los días. Claro!, hay que amasar, reposar, formar y hornear. Es más fácil trabajar con un producto inerte que nos dejan en la puerta de la tienda y que solamente debemos hornear en cualquier momento y listo. Hay dos frases que definen cómo se trata el pan actualmente, una es “hay pan caliente” y otra “hay pan de horno”…
Por último el consumidor ha sucumbido a este tipo de pan, lo adquiere a un precio ridículo, recién horneado y con una textura suave muy apta para cualquier paladar. Pronto, la mayoría de la gente no recordará a que sabe el pan de verdad!
En definitiva. Harina refinada de escaso valor nutricional y sabor, aditivos añadidos para lograr estructura, sabor y longevidad y lo que nunca se habla, degradación de su importancia como alimento base de nuestra alimentación (producto gancho en numerosos establecimientos a precios irrisorios).
Aún hay esperanza no obstante. Mucha gente ha vuelto a la sana costumbre de hacer pan en casa, además en tiendas especializadas y algunas panaderías heroicas aún podemos encontrar pan de verdad. Se trata de indagar, preguntar y sobre todo probar y comparar. Por cierto, si además de buscar un pan elaborado por un panadero artesano, de masa madre y siguiendo el proceso natural, el pan es ecológico tendremos algunas ventajas más.
ECOTICIAS.COM / RED / AGENCIAS
Descubre cómo ‘envenenan’ la comida española
En concreto, el informe centra el análisis en un tipo de plaguicidas, los contaminantes hormonales (también conocidos como disruptores endocrinos o EDC), con capacidad de alterar el funcionamiento normal del sistema hormonal tanto de seres humanos como de animales.
Los plaguicidas contaminantes hormonales presentes en los alimentos exponen a la población a un peligroso cóctel de tóxicos que diversos estudios científicos relacionan con daños en la salud humana. El 28% de las productos analizados tienen residuos de plaguicidas. El porcentaje aumenta hasta el 45% en frutas y verduras. Los Estados europeos votan durante estas semanas una propuesta de la Comisión Europea que puede permitir la presencia de contaminantes hormonales en los plaguicidas. [Informe] Directo a tus hormonas El informe ’Directo a tus hormonas. Guía de alimentos disruptores’ que presenta Ecologistas en Acción analiza datos oficiales de la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN) para alertar del peligro que supone la exposición de la población española a plaguicidas a través de la alimentación. En concreto, el informe centra el análisis en un tipo de plaguicidas, los contaminantes hormonales (también conocidos como disruptores endocrinos o EDC), con capacidad de alterar el funcionamiento normal del sistema hormonal tanto de seres humanos como de animales. La guía elabora una lista de los 10 alimentos más contaminados. Las peras, con 16 plaguicidas EDC, ocupan el primer puesto. La exposición de la población a estos tóxicos se relaciona con enfermedades y daños en la salud cuya incidencia ha crecido en las últimas décadas como pérdida de fertilidad, malformaciones congénitas, diabetes, obesidad, daños en el sistema inmune, autismo, síndrome de hiperactividad y diversos tipos de cáncer como el de mama, próstata, testículos o tiroides. La legislación actual, que permite la presencia de plaguicidas por debajo de un límite de residuo por alimento, es inadecuada para los contaminantes hormonales. Cualquier mínima cantidad entraña un peligro, que puede multiplicarse por la acción combinada de las decenas de plaguicidas encontrados por el análisis. Por esta razón, el Reglamento Europeo 1107/2009 prohíbe expresamente el uso de plaguicidas que puedan afectar al sistema hormonal. Sin embargo, esta prohibición no se ha aplicado, porque la Comisión Europea no ha elaborado criterios legales para la identificación de los contaminantes hormonales. El lanzamiento del informe coincide con la discusión en Bruselas de una propuesta de definición de contaminantes hormonales que ha recibido duras críticas de la comunidad científica, de organizaciones para el cuidado de la salud y el medio ambiente y de países como Suecia, Dinamarca y Francia. Ecologistas en Acción considera necesario que los representantes del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente se opongan a la propuesta de la Comisión Europea y den un paso al frente para proteger la salud de su población, prohibiendo los plaguicidas que puedan alterar el sistema hormonal.
http://www.ecologistasenaccion.org/IMG/pdf/informe-plaguicidas-2016.pdf
Fuente:http://www.ecologistasenaccion.org/
AZÚCARES: CÓMO INTOXICAMOS A LOS NIÑOS SIN SABERLO
Los científicos advierten del peligro de bebidas azucaradas y productos procesados que reducen la esperanza de vida de los menores
BEATRIZ PORTINARI
4 SEP 2016
Todo empieza con los cereales industriales, galletas o magdalenas del desayuno y el sándwich con zumo envasado que metemos en la mochila para el recreo. Que se suma a una lata de bebida carbonatada, batidos, algún bollo industrial para la merienda y en ocasiones pizza, salchichas, hamburguesas y sus salsas, conservas o cualquier otro producto procesado que nos permite solucionar rápido una cena. Las prisas hacen que no nos fijemos en la cantidad de azúcar añadido que estamos sumando gratuitamente a la dieta de los más pequeños y pone en riesgo su salud. No se trata solo de caries y obesidad, sino de las enfermedades derivadas que -según la comunidad científica- van a provocar la primera generación de jóvenes con una esperanza de vida menor que sus padres por los malos hábitos alimentarios.
“El problema que tenemos en España es una falta de conciencia crítica y falta de costumbre de leer e interpretar los etiquetados de los productos. Asociamos el azúcar al que se toma a cucharadas, pero no nos damos cuenta de que existe otro azúcar peligroso que está escondido y disimulado. Incluso los productos que dicen “sin azúcar añadido” son engañosos porque si vemos su composición comprobamos que no es verdad. Es imposible que un zumo envasado no lleve algún edulcorante. La legislación del etiquetado debería ser más restrictiva para que obligase a las compañías a declarar la cantidad de estos compuestos y su riesgo para la salud”, señala la doctora María Ballesteros, miembro de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). Y añade: “Con estos malos hábitos, que estamos inculcando a los niños, ponemos en riesgo su salud. Hay tipos de obesidad muy dañinos que tienen signos menos evidentes: no se trata solo de coger unos kilos. Además de la tremenda tasa de obesidad infantil que tenemos, los estudios han demostrado que estos azúcares añadidos aumentan las posibilidades de sufrir síndrome metabólico y enfermedades derivadas como cardiopatías, hipertensión, diabetes y cáncer que reducirán su esperanza de vida”.
¿Sabemos realmente a cuántas cucharas de azúcar equivalen los productos que consumimos? La respuesta es no. En muchas etiquetas solo se advierte en general la presencia de sacarosa, fructosa, dextrosa, pero no la cantidad exacta. Algunas iniciativas -como esta cuenta de Instagram- señalan la equivalencia, pero recomiendan revisar siempre el etiquetado. Por ejemplo, una cucharada de salsa de tomate para hamburguesa equivale a cuatro cucharas de azúcar, mientras un refresco contiene entre 20 y 30.
La muerte edulcorada
La Asociación Americana de Corazón acaba de publicar en la revista Circulation el estudio Added Sugars and Cardiovascular Disease Risk in Children, con la recomendación de reducir en niños el consumo de azúcares añadidos -sólidos o líquidos-a menos de 25 gramos al día, lo que equivaldría a 100 calorías o seis cucharitas de azúcar. La investigación, dirigida por Miriam Vos, experta en nutrición y profesora asociada de pediatría en la Escuela Universitaria de Medicina de Emory (Atlanta, Georgia), también recomienda reducir el consumo de bebidas azucaradas a menos de 23 centilitros semanales. Una sola lata ya contiene 33 centilitros.
Estos datos siguen la línea de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que en 2015 lanzó una directriz mundial para reducir la ingesta de “azúcares libres” (distintos de los “intrínsecos” y saludables que encontramos de forma natural en frutas y verduras) al 10% y 5% de la ingesta calórica total. También confirman las advertencias del estudio publicado el año pasado que cifraba en más de 180.000 muertes anuales derivadas del consumo de bebidas azucaradas. Precisamente un equipo de investigadores españoles pertenecientes a la red CIBEROBN del Instituto de Salud Carlos III acaba de publicar en la revista Journal of Nutrition un informe en el marco del Estudio PREDIMED (Prevención con Dieta Mediterránea), que señala directamente a las bebidas azucaradas -incluyendo bebidas light y zumos de fruta envasados- como causantes del aumento del riesgo a sufrir síndrome metabólico.
“Estamos en un contexto casi de tintes bélicos en el que observamos por una parte a las empresas con intereses económicos en la industria azucarera y de productos procesados, que nos fuerzan a consumir más azúcar a pesar de conocer las enfermedades metabólicas que vamos a sufrir en un futuro. Y por otra parte tenemos las administraciones con su política de brazos caídos que no controlan ni legislan para evitar este consumo masivo”, advierte Juan Revenga, Biólogo miembro de la Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas (FEDN) y profesor de Ciencias de la Salud de la Universidad de San Jorge.
Los científicos no dejan de lanzar advertencias y demostrar los peligros de estos productos, pero ¿por qué nadie interviene ni controla el consumo de esta droga legal? Revenga encuentra un motivo claro: el dinero. “Cuando los directivos de estas empresas se han planteado reducir los compuestos nocivos ven que reducen también los ingresos. Les interesa dar al consumidor lo que este pide: más azúcar, más beneficios. El colmo está en los acuerdos entre hospitales y laboratorios que se dejan financiar por cadenas de comida rápida, colegios que aceptan máquinas de vending porque las marcas les van a construir un polideportivo o el caso más irónico: el Plan Havisa (Hábitos de Vida Saludables), publicitado por el gobierno y financiado por un grupo de empresas de productos procesados. Lo más sangrante es que estos empresarios y políticos no consumen esos productos porque saben los riesgos que conllevan, como se explica en el demoledor libro Adictos a la comida basura del Premio Pulitzer Michael Moss”, afirma Revenga, que en su blog ha denunciado varios casos de esta intoxicación edulcorada y lo asemeja al surrealismo de un hipotético congreso de bomberos financiado por pirómanos.
Impuestos contra el azúcar
¿Qué pueden hacer las familias para evitar este consumo masivo de azúcar? Los nutricionistas encuentran una solución clara: más compras en el mercado de proximidad y menos en el supermercado. Los “alimentos silenciosos”, como frutas, verduras y pescados, no necesitan un etiquetado que justifique su composición. Son la única forma de evitar los compuestos añadidos disimulados que se encuentran en los productos procesados. “En consulta encuentro a madres que me dicen que solo dan un zumo envasado a su hijo para merendar, con la esperanza de que sea sano. ¿Cuánta cantidad de fruta real contiene? Muy poca. No nos podemos dejar engañar. La mejor forma de consumir fruta es a mordiscos o zumos exprimidos en casa. Si a una dieta equilibrada con más verduras añadimos pasta, legumbres y arroz aportaremos el azúcar de lenta absorción que va a garantizar el aporte de energía necesario para los niños. No como los picos de azúcar de todos esos productos artificiales que además tienen poco contenido alimenticio”, explica María Jesús Pascual, pediatra del Hospital Nisa Pardo de Aravaca de Madrid.
Ante la epidemia de obesidad infantil algunos países como México, Francia o Italia han puesto en marcha impuestos elevados sobre productos edulcorados para reducir su consumo. Reino Unido impondrá esta medida a las bebidas azucaradas dentro de dos años. En España estos impuestos ni están ni se les espera por las presiones de la industria alimentaria: el lobby azucarero es más fuerte que la presión social y el compromiso político para proteger la salud de los niños.
LA IMPORTANCIA DEL PH ALCALINO
La importancia de tener un pH en sangre ligeramente alcalino, te explicamos todo lo que necesitas para conseguirlo: nutrición, estilo de vida y complementos te ayudarán a crear la mejor versión de ti mism@ y disfrutar de una buena salud.
Un artículo de Eva Puerta, Coach de Salud y Nutrición en Flor de Vida
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Como vimos en el artículo anterior, nuestro cuerpo necesita un estado ligeramente alcalino para llevar a cabo todas sus funciones vitales de forma correcta. Y para ello es muy importante ayudar a nuestro organismo a que genere el mínimo residuo tóxico.
Esto, además de ayudarnos a preservar nuestros órganos vitales, retrasará los procesos de envejecimiento. Y esto se nota, por fuera y por dentro.
Claves de nutrición
Alimentos ácidos, alcalinizantes y neutros
Como el pH de nuestra sangre es ligeramente alcalino (tiene más minerales bases) y las propias funciones reguladoras de nuestro cuerpo generan sustancias ácidas, constantemente necesitamos mantener el correcto equilibrio ácido – alcalino del pH.
Por eso resulta muy importante consumir en nuestra dieta una mayor proporción de alimentos alcalinizantes que acidificantes. Cuando hacemos un consumo excesivo de alimentos acidificantes, se crea un residuo ácido y el pH se acidifica. Recordemos que, un cuerpo ácido no absorbe las vitaminas, los minerales y otros nutrientes esenciales para la vida, le falta oxígeno y satura las vías depurativas de nuestro organismo.
Todos los alimentos que ingerimos se clasifican en la escala de acidez-alcalinidad, en función del residuo que dejan en nuestro torrente sanguíneo, una vez descompuestos (tras los procesos digestivos), que es el momento en que asimilamos los nutrientes. El alimento será más o menos ácido o alcalino en función de los minerales que contiene, y nada tiene que ver con el gusto. Por ejemplo, el limón es ácido, sin embargo es un alimento con un gran poder alcalinizante.
Alimentos ricos en sodio, potasio, magnesio y calcio son la clave para afrontar el día a día, el estrés, la polución y los excesos alimentarios o de actividad.
Alimentos ácidos
- proteínas de origen animal, tales como los pescados, las aves y carnes, los huevos y lácteos
- alcohol
- grasas y aceites
- harinas blancas y cereales refinados
- productos procesados, como la bollería industrial
- comidas preparadas
Alimentos alcalinizantes
- fruta madura
- verduras de hoja verde (brócoli, espárragos)
- hojas verdes (de cebada, de avena, de trigo, de alfalfa)
- germinados
- ajos y cebollas
- patatas
- kuzu
- algas
- salsa tamari
- miso
- gomasio
- sal del Himalaya
- té de tres años
- quinoa, mijo, trigo sarraceno, espelta
- limón
- aceite de oliva, de linaza, de aguacate y de uva (de primera presión en frío y ecológicos)
Alimentos neutros
- yogurt
- tofu
- cereales integrales
¡La forma de cocinar o consumir los alimentos también nos influye!
Ingerir alimentos crudos nos proporciona mayor aportación de nutrientes, vitaminas y minerales, mayor alcalinidad… Por ejemplo, un batido de vegetales crudos es más alcalino que una crema de verduras.
Es por eso que recomiendo consumir altas dosis de alimentos crudos, ecológicos y de proximidad, dejando volar la imaginación, y el paladar, con zumos naturales de frutas, batidos verdes, ensaladas de colores con algas y germinados…
Ejemplo de receta alcalinizante
Ensalada de aguacate, tomate cherry, cebolla lila, germinados de alfalfa, levadura nutricional, semillas de cáñamo y semillas de sésamo aderezada con aceite de lino y sal del Himalaya.
Claves de estilo de vida
Ejercicio físico
El sedentarismo también eleva la acidez en sangre. Es recomendable practicar un mínimo de actividad física: de este modo activamos el metabolismo y eliminamos toxinas, mejorando el funcionamiento del organismo.
Equilibrio emocional
El estrés, las emociones fuertes y los pensamientos negativos nos acidifican, dejando toxinas en nuestro organismo.
Podemos apoyarnos con técnicas donde se trabaja el equilibrio del cuerpo-mente, como el Yoga o Pilates, la meditación…o tratarnos con terapias como las Flores del Dr. Bach, la Auriculoterapia o las Sales de Schüssler, que nos ayudan a regular las emociones para poder sanarnos y disfrutar de una vida plena.
Limpieza interior
Los medicamentos, los alimentos con químicos y pesticidas, así como las ondas WIFI, también acidifican y dejan residuos.
Para desintoxicar nuestro organismo podemos recurrir a las plantas medicinales, las algas y alimentos nutritivos como las semillas, que ayuden a nuestros órganos internos a eliminar los residuos tóxicos, para sentirnos vitales y enérgicos.
Complementos alcalinizantes
Podemos apoyarnos con plantas medicinales como el diente de león o la ortiga, el regaliz o la menta, la manzanilla o la melisa
O podemos recurrir a los superalimentos como:
- el alga Chlorella, que es el alimento con mayor porcentaje de clorofila del mundo vegetal, y una fuente excepcional de proteínas, de vitaminas y minerales. Esta alga nos ayuda a desintoxicar nuestros órganos digestivos, los pulmones, los riñones, el hígado y la sangre…
- la Hierba de Trigo y de Cebada, altamente alcalinizantes también porque son muy ricas en clorofila, además de muchos otros minerales.
Por otro lado, es muy recomendable hacer depuraciones en primavera y otoño con el apoyo de un especialista, para poder desintoxicar nuestro organismo de los excesos del invierno y del verano.
QUINOA AL HORNO
Receta: Quinoa al horno
Cada vez me gusta más cocinar al horno, en especial preparar pequeñas fuentes con diferentes combinaciones de verduras, hortalizas y tubérculos. Sólo hay que dejar volar un poco la imaginación y encontrar nuestra mezcla favorita (más porcentaje de verduras, mayor cantidad de hierbas aromáticas, etc). Cocinando al horno conseguimos platos con menor cantidad de grasas ya que no es necesario emplear tanta cantidad de aceite pero no por eso tienen que ser menos sabrosos, todo lo contrario.
La quinoa se adapta perfectamente a cualquier tipo de comida y en este plato en concreto aporta un toque suave y esponjoso que combina muy bien con la patata, el boniato y la remolacha.
Os recomiendo elaborar la salsa de tahini que propongo en esta entrada porque además de estar muy rica encaja muy bien con los sabores y aromas de este plato.
Ingredientes (2 raciones):
- 1 boniato grande
- 2 patatas grandes
- 1 remolacha.
- 4 cucharadas de quinoa de cultivo ecológico
- Aceite de oliva virgen
- Un puñadito de hierbas aromáticas: hierbas de provenza y orégano, por ejemplo.
- Una pizca de pimienta negra
- Una pizca de sal marina ecológica del Parque Natural del Delta del Ebro de El Granero Integral.
Ingredientes para la salsa de tahini:
- 4 cucharadas de salsa de soja tahini de cultivo ecológico
- 2 cucharaditas de zumo de limón recién exprimido
- 2 cucharadas de agua
- 1 cucharadita de sirope de agave de cultivo ecológico
- 1/4 de cucharadita de pimentón dulce
Preparación
Cocinamos la quinoa siguiendo las instrucciones que encontraremos en el envase de la quinoa bio . Dejamos escurrir bien y apartamos.
Lavamos bien y pelamos las patatas y el boniato, cortamos en dados medianos.
Hacemos lo mismo con la remolacha.
Colocamos todos estos ingredientes dentro de una fuente de hornear y salpimentamos. Rociamos un chorrito de aceite y mezclamos bien para que todos los ingredientes queden bien cubiertos.
Finalmente espolvoreamos con un puñadito de hierbas de provenza y orégano.
Horneamos a 190ºC durante 30 minutos aproximadamente, o hasta que la patata, el boniato y la remolacha estén tiernos al pincharlos con un tenedor.
Mezclamos la quinoa con los ingredientes horneados y los servimos con un poco de la salsa de tahini.
– Para la salsa de tahini:
Mezclamos en un bol pequeño todos los ingredientes hasta que nos quede una crema suave y homogénea. Si queremos que la salsa nos quede más líquida podemos añadir un poco más de agua.
Autora de la receta: Cinnamon Girl | Blogger de Cocina
Blog: Cinnamon Girl | @gem_bcn en Instagram
Los pollos ecológicos son más guapos!!!!!
¿QUÉ DIFERENCIA A UN POLLO BIO?
Los pollos ecológicos son más guapos
Sus plumas brillan, sus crestas desafían altivas la gravedad, sus patas robustas están acostumbradas a pisar la tierra. Se diría que estos pollos son diferentes. ¡Vaya si lo son! Nos colamos en la primera granja de pollos ecológicos de Aragón, una explotación donde las aves pueden campar a sus anchas al aire libre. Su único enemigo: las rapaces.
Óscar Senar @OscarSenar | Zaragoza | Actualizado el 26/07/2015 a las 19:45 horas
No hace falta un certificado (que lo tienen) para saber que estos pollos son diferentes. A simple vista se comprueba que las aves que crecen en la granja DelCinca, en Albalate de Cinca (Huesca), están de lo más lustrosas. Hace cuatro años, la familia de Arturo Salvador puso en marcha esta explotación, la primera de carácter ecológico en Aragón. Aquí, los pollos tienen un mínimo de 90 días para crecer antes de ir al matadero (frente a los 35 días de un ave industrial), cuentan con un amplio terreno para esparcirse y comen pienso ecológico. Esto se traduce en una carne más sabrosa y con la garantía de que el animal ha disfrutado de contacto con la naturaleza.
Los pollitos llegan con apenas un día de vida a la granja. Proceden de explotaciones convencionales, ya que en España no existe producción de huevos ecológicos para cría, según explica Arturo Salvador. Una vez en las instalaciones de Albalate, los animales van a tener una vida del todo natural. Nada de suplementos nutricionales o antibióticos. Mientras crecen se alimentan solo de pienso ecológico y de las verduras y hierbas que pueden picotear en el campo, lo que le da una mayor ración de proteínas a su dieta. Que hace calor o llueve: todos adentro del corral. Que sale un buen día: todos a rebuscar y escarbar entre la vegetación. Cuando les llega su hora, las aves son transportadas hasta el matadero ecológico de Copóns (cerca de Igualada), el más cercano de este tipo a la granja. De vuelta a Albalate, la familia de Arturo se encarga del despiece, envasado y comercialización de la carne.
DelCinca empezó con capacidad para 600 animales y ahora ya tienen espacio para 2.500 pollos. No porque estos estén más apretados, sino porque se han ido añadiendo módulos, por los que las aves van pasando conforme crecen. En cada uno de los recintos habitan 240 pollos, que se guarecen y alimentan en una caseta (en la que puede haber un máximo de 10 pollos por m², frente a los 16-18 por m² de las granjas normales) y tienen una amplia parcela vallada, en la que disponen de un mínimo de 8 m² por individuo (algo impensable en la avicultura intensiva).
Llama la atención que en las esquinas del recinto se yerguen espantapájaros con forma de búho. «Uno de los problemas de estas explotaciones es que, al estar al aire libre, las águilas se llevan los pollitos, así que tratamos de ahuyentarlas como sea», explica Arturo. Un ave rapaz sobrevuela el cielo para corroborar la amenaza.
El respeto al bienestar de los animales da como resultado carne con más sabor, ya que el estilo de vida de los pollos ecológicos hace que la grasa se infiltre en los músculos. Según revela Arturo, «cada día más gente se interesa por este tipo de producto; no son solo personas con un alto poder adquisitivo, sino consumidores que buscan comer más sano». Por su parte, haberse embarcado en esta aventura es ante todo «un compromiso con la agricultura ecológica». Como el movimiento se demuestra andando, en DelCinca ya planean en un futuro poder cerrar el círculo y llevar a cabo ellos mismos todas las fases de la producción.
Documental alimentos ecológicos
Las grasas de la dieta mediterránea, un ‘mar de salud’
En los últimos años son innumerables los estudios que han relacionado esta alimentación con la protección a diversas enfermedades, así como un mejor estado de salud. Su acción protectora esta asociada a que los alimentos que la componen son ricos en antioxidantes, fibra, hidratos de carbono complejos, ácidos grasos monoinsaturados, minerales y vitaminas.
La dieta mediterránea, que tradicionalmente se consume en España, es referente de dieta variada, equilibrada y moderada y, por lo tanto, un modelo alimentario saludable que algunos estudios relacionan con una menor prevalencia de algunas enfermedades. En los últimos años son innumerables los estudios que han relacionado esta alimentación con la protección a diversas enfermedades, así como un mejor estado de salud. Su acción protectora esta asociada a que los alimentos que la componen son ricos en antioxidantes, fibra, hidratos de carbono complejos, ácidos grasos monoinsaturados, minerales y vitaminas. Hasta ahora, siempre que se habla de dieta saludable como la mediterránea, se hablaba de restringir las grasas, sin embargo no todas las grasas son iguales, por eso no todas deben limitarse o reducirse en la dieta. Este tipo de alimentación puede, como demuestra una nueva investigación, incluir «una gran cantidad de cierto tipo de grasas». Una revisión de la evidencia disponible sugiere que una dieta mediterránea sin restricciones en el consumo de cierto tipo grasas puede reducir el riesgo de una persona de padecer diabetes, cáncer de mama y eventos cardiovasculares en comparación con otras dietas, como revelan en un artículo sobre su trabajo publicado en la revista ‘Annals of Internal Medicine’. A pesar de los avances en el diagnóstico y el tratamiento, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes y el cáncer siguen siendo las principales causas de morbilidad y mortalidad en los países desarrollados. Las dietas occidentales típicas, que son elevadas en grasas saturadas, azúcar y granos refinados, se han relacionado con el desarrollo de estas patologías crónicas, pero la limitada evidencia sugiere que una dieta mediterránea, que es esencialmente de origen vegetal, puede ser una opción más saludable. Los autores de este trabajo, expertos del Centro Médico Minneapolis VA, en Estados Unidos, revisaron la evidencia disponible para resumir el efecto de una dieta mediterránea sobre los resultados de salud y evaluar si las poblaciones de América del Norte serían propensas a adherirse a una dieta de este tipo. Dado que no todos definen la dieta mediterránea de la misma manera, los científicos la definieron como una dieta que no tiene ninguna restricción en la ingesta de tipos de grasas, ya que incluye una alta proporción de grasa monoinsaturada y poliisaturada e incorpora las grasas saturadas. Por ejemplo, usando oliva aceite como ingrediente principal de cocción, y con alto contenido de frutas y verduras, alto consumo de legumbres, ingesta elevada de grano y cereales, consumo moderado de vino tinto, consumo moderado de productos lácteos, bajo consumo de carne y productos cárnicos y una mayor ingesta de pescado. Algunos ensayos controlados aleatorios han comparado este tipo de dieta con todos los demás, pero pocos que sugieren que una dieta mediterránea sin restricción de la ingesta de grasa puede estar asociada con una menor incidencia de eventos cardiovasculares, cáncer de mama y diabetes tipo 2. Los investigadores no encontraron estudios que cumplieron los criterios de inclusión para evaluar los resultados de adherencia. Sin embargo, datos de observaciones revelan que la incidencia total del cáncer y la mortalidad y la incidencia del cáncer colorrectal y de pulmón fueron más bajos en las personas con mayor adherencia a la dieta mediterránea en comparación con aquellos con los índices más bajos, pero no muestran asociación entre la adherencia a la dieta mediterránea y el riesgo de cáncer de mama. ep
Fuente: medio ambiente