A los padres nos angustia mucho que nuestros hijos no coman lo que nosotros pensamos que deberían comer. Nos preocupa que no coman suficiente cantidad y nos preocupa que no coman determinados alimentos que sabemos que son importantes para ellos. Esta preocupación se acentúa en el caso de las verduras. Las frutas y verduras son un componente fundamental de una alimentación equilibrada, pero no es infrecuente que los niños atraviesen por épocas en las que las rechazan con intensidad.
A muchos niños y niñas les gustan las verduras desde que son bebés. Es más fácil que esto ocurra si en vez de tomarlas en forma de purés aprenden a saborearlas enteras (al principio bien cocidas y ofrecidas en trocitos) desde que empiezan la alimentación complementaria, y es también mucho más fácil que los niños desarrollen gusto por las verduras si ven que sus padres las comen regularmente y disfrutan con ellas. Los niños son generalmente inmunes a nuestras palabras, pero nadie los gana en su capacidad para observar e imitar nuestros actos.
Pero incluso en estos casos es posible que a una determinada edad muestren rechazo temporal a algunas o muchas verduras. Cuando ocurra esto no hay que preocuparse ni asustarse, y por supuesto no hay que obligar al niño o a la niña a comerlas. Obligar no solo no resuelve el problema sino que acentúa el rechazo y genera estrés y ansiedad en toda la familia.
La mejor actitud es esperar. Ofrecer, pero sin forzar.
Es fundamental que los niños compartan el momento de la comida con sus padres y hermanos, al menos una vez al día, y que nos vean comer frutas, verduras, hortalizas y ensaladas a diario. También ayuda si nuestros hijos nos acompañan al mercado y nos ven elegirlas y comprarlas y si luego las preparan con nosotros. Estos alimentos deben seguir estando presentes en la mesa. Si el niño o la niña no los quiere, podrá comer más cantidad de cualquier otro alimento de los que haya en ese momento, pero no debemos cambiar el menú familiar.
Dentro de la enorme variedad de verduras y hortalizas existente es seguro que encontraremos al menos una que a nuestro hijo le siga gustando. En este caso sí podemos ofrecerle esta verdura con más frecuencia, incluso todos los días. No importa que un niño o una niña se pasen literalmente semanas comiendo la misma fruta o las mismas dos clases de verduras. Este momento pasará y veremos cómo poco a poco ellos se van abriendo a nuevos sabores y texturas y les vuelven a gustar estos alimentos. Y esta vez será para siempre.
Autora: Miriam Martínez Biarge, Médico Pediatra, www.mipediatravegetariano.com