Diferencias nutricionales entre alimentos ecológicos y convencionales
La información acerca de la diferencia de calidad entre los productos ecológicos y los de cultivo convencional es confusa muchas veces y esta confusión está creada desde los intereses económicos de las empresas directamente implicadas en la producción de químicos agroalimentarios como abonos, pesticidas, herbicidas, antibióticos y hormonas.
La diferencia en la composición química de un alimento según el modo de cultivo la podemos ver en los ejemplos siguientes:
alubias |
calcio |
magnesio |
hierro |
cultivo ecológico |
40,5 |
60 |
227 |
cultivo convencional |
15,5 |
14,8 |
10 |
tomates |
calcio |
magnesio |
hierro |
cultivo ecológico |
23 |
59,2 |
1938 |
cultivo convencional |
4,5 |
4,5 |
1 |
lechugas |
calcio |
magnesio |
hierro |
cultivo ecológico |
71 |
49,3 |
516 |
cultivo convencional |
16 |
13,1 |
9 |
Valor nutricional de los alimentos ecológicos meq./100 gr.
Es evidente que las diferencias son notables y hay numerosos estudios que muestran que los alimentos ecológicos son más saludables, como el estudio de Nueva Zelanda de 1940 que demuestra que después de dos años de alimentación ecológica en el comedor escolar se observó mejor salud dental, mayor resistencia a las fracturas óseas y menor incidencia de resfriados entre los escolares.
En 1.999 la Sociedad Española de Neurología afirmó que los pesticidas de uso habitual tienen efectos semejantes a las armas químicas y contribuyen al creciente incremento de las enfermedades degenerativas del sistema nervioso. La organización The Nutritional Cáncer Therapy Trust en 2.001 dice que la terapia nutricional del cáncer solo es posible con alimentos ecológicos ya que uno de sus objetivos es evitar contaminantes y toxinas.
Consumir alimentos ecológicos tiene unas repercusiones muy importantes no tanto a nivel personal en lo que se refiere a la salud individual, sino a nivel social-ecológico en lo que respecta a la salud del planeta.
Los pesticidas modernos utilizados para combatir las plagas, actúan destruyendo enzimas indispensables para la respiración celular a nivel de las mitocondrias. Asimismo pasan de un ser vivo a otro según la cadena alimentaria y permanecen en el suelo más de 15 años. Es decir, el envenenamiento persiste desde la alfalfa que comen unas gallinas a los huevos que ponen, a la tortilla que cena una madre que amamanta, a la leche materna y consecuentemente al bebé.
Según el efecto de concentración que se produce en la pirámide alimentaria más del 90% de todos los residuos químicos tóxicos que se encuentran en los alimentos están en los de origen animal. Debemos pensar si comer carne, huevos y productos lácteos procedentes de la ganadería convencional, a la luz de esta información, es tóxico. De hecho podríamos hablar de dieta ecológica la que estaría compuesta de alimentos de producción ecológica y exenta de carne.
Si nos atenemos a la contribución que la producción industrial de carne para consumo humano tiene en la elevación de la tasa de CO2 atmosférico, nos sorprende que es una industria más contaminante que la mayoría. El uso de combustibles fósiles desde la tala indiscriminada de árboles para producir grandes extensiones de monocultivos con una agricultura mecanizada, la producción de granjas, el transporte, procesamiento y conservación de la carne… no tiene precedentes. La forma de comer convencional donde el alimento animal es de consumo diario y en una proporción que muchas veces es más del 50% del volumen total ingerido es absolutamente antiecológica como veremos a continuación.
La cantidad de CO2 que se vierte a la atmósfera en la actualidad es impresionante como decíamos antes, este hecho produce un aumento de la temperatura global del planeta con unas sequías prolongadas y las consiguientes inundaciones que tienen lugar como consecuencia de ese cambio climático. El casquete polar ártico se ha reducido en más de un 30% a causa del efecto invernadero. A todo este desastre contribuye una deforestación de casi media hectárea por segundo para hacer monocultivos de soja y otras forrajeras destinadas a la alimentación del ganado.
Es el momento de reflexionar por tanto, acerca de lo que comemos tanto para preservar la salud ambiental como la personal.
Por ello, si queremos dar un paso más y analizar si la dieta previene solamente o es capaz de curar las enfermedades, debemos valorar otros aspectos además de si los alimentos son ecológicos. Es decir si solamente cambiamos la calidad del vino común a vino ecológico, la calidad de la charcutería a jamón ecológico… estamos dando un paso importante en cuanto a mayor riqueza en nutrientes y de polifenoles y otras sustancias bioactivas y menor contenido en pesticidas, pero no estamos teniendo en cuenta los otros aspectos que configurarían a los alimentos como poderosas medicinas.