ADITIVOS Con estos 12, al patíbulo
Reproducimos un artículo de nuestro buen amigo Carlos de Prada en Estrella Digital que identifica los peores 12 aditivos alimentarios. La organización Environmental Working Group (EWG) de los Estados Unidos ha publicado un nuevo informe sobre los que considera los peores aditivos alimentarios. Esas sustancias acerca de las que tan poco sabe el ciudadano de a pie y que tantas veces se identifican en las etiquetas con una letra y un número que pocos se molestan en mirar lo que significan. Nitritos, nitratos, parabenes, aditivos alumínicos, saborizantes secretos… Entre los aditivos pueden contarse, según se denuncia, una serie de sustancias potencialmente dañinas que podrían estar presentes, por ejemplo, en alimentos procesados como carnes, pan o dulces. Sustancias que han sido asociadas por estudios científicos a múltiples problemas de salud, como pueden ser, entre otros, la alteración del equilibrio hormonal o el cáncer. Como dice EWG en su informe, accesible a través de internet (guía EWG sobre la docena sucia de aditivos alimentarios), hay «más de 10.000 aditivos autorizados para su uso en los alimentos. Algunos son aditivos directos que son deliberadamente formulados en los alimentos procesados. Otros son aditivos indirectos que llegan a la comida durante su procesado, almacenamiento y envasado». Con la realización de esta guía sus autores intentan presionar para que se mejore un control oficial que deja mucho que desear, mostrando algunos de los «peores fracasos del sistema regulatorio» que han permitido que se utilicen una serie de sustancias. NITRITOS Y NITRATOS EWG habla en su guía, por ejemplo, sobre los nitritos y nitratos (como E-249 Nitrito potásico, E-250 Nitrito sódico, E-251 Nitrato sódico, E-252 Nitrato potásico), empleados en perritos calientes, salami, bacon, jamón... Resaltan que estas sustancias -usadas como saborizantes, conservantes y colorantes- aunque puedan prolongar la duración y dar un color rosado más atractivo a estos alimentos durante semanas, pueden estar asociados a problemas de salud. Sobre los nitritos, que pueden formarse a partir de los nitratos, se dice, por ejemplo, que pueden reaccionar con las aminas, que se forman naturalmente, y originar nitrosaminas asociadas al cáncer. Sobre el propil paraben (E-216) -usado como conservante en tortitas, magdalenas y conservantes alimentarios- la guía comenta lo difícil que es entender que esta «sustancia disruptora endocrina pueda estar autorizada en los alimentos y todavía más difícil de creer que sea calificado como «Generalmente Reconocido como Seguro» . EWG pasa revista a estudios en animales que lo asocian a daños en el esperma o al descenso en los niveles de testosterona, además de a la alteración de la expresión de genes en células de cáncer de mama (cuyo crecimiento podría acelerar), o a infertilidad femenina… comentando que las personas pueden exponerse tanto porque se haya añadido directamente como por la contaminación con esta sustancia durante el procesado y el envasado. El propil paraben ha sido detectado en más de la mitad de muestras analizadas de productos lácteos, carne y vegetales. Más del 90% de los americanos tienen niveles detectables de estas sustancias en su orina BHA Otra de las sustancias citadas en la guía de EWG es el Butil Hidroxi Anisol o BHA (E-320), que puede hallarse en algunas patatas fritas y carnes conservadas, también en grasas y alimentos grasos y como conservante en condimentos. EWG crítica que la Administración para los Fármacos y Alimentos de Estados Unidos (FDA) lo catalogue como «seguro» cuando entidades muy serias lo listan entre las sustancias que pueden causar cáncer. Además, la Unión Europea lo incluye entre las sustancias que pueden ser disruptores endocrinos. Diferentes estudios lo asocian a una reducción de los niveles de testosterona y tirosina, afección a la calidad del semen y el desarrollo de los órganos sexuales en animales de laboratorio, así como a un menor crecimiento, mayor mortalidad en las crías o efectos sobre la conducta. También preocupa el Butil Hidroxi Tolueno o BHT (E-321), emparentado con el anterior, estando frecuentemente juntos en los mismos productos y pudiendo, dice EWG, actuar sinérgicamente. Aunque no haya sido listado como carcinogénico, esta entidad comenta que ha sido asociado al cáncer en diferentes investigaciones con animales de experimentación. También a efectos sobre el desarrollo, tiroideos y sobre las habilidades motoras y la coordinación. Los aditivos alimentarios fosfatados, por su parte, que pueden estar presentes en alimentos altamente procesados, incluidas algunas comidas rápidas, se cuentan, según EWG, «entre los aditivos alimentarios más comunes» y están presentes en productos horneados, reduciendo su acidez y mejorando la retención de humedad y textura de las carnes procesadas. En personas con problemas renales crónicos su elevada presencia en el organismo ha sido asociada a enfermedades cardiacas y muertes (y algunos estudios los asocian a ese tipo de problemas en personas sin esos problemas renales). La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) está reevaluando las implicaciones del uso de estas sustancias como aditivos. Los aditivos de aluminio, como el sodium aluminum phosphate y el sodium aluminum sulfate, son usados como estabilizantes en muchos alimentos procesados. Aunque el aluminio, un metal abundantísimo en la corteza terrestre, también puede estar presente en los alimentos, recuerda EWG que los aditivos alimentarios con esta sustancia son una fuente principal de exposición humana a esta sustancia persistente y bioacumulativa (por ejemplo en los huesos). Se alude a los estudios con animales que asocian la exposición intrauterina y durante el desarrollo a efectos sobre el sistema nervioso. EWG muestra una preocupación especial por el asunto de los ingredientes saborizantes o aromatizantes secretos. No solo por el hecho de que las industrias manipulen los sabores para hacer más apetitosos alimentos poco saludables, pudiendo contribuir incluso a una sobrealimentación, sino a otros hechos que tienen que ver con su composición química. Apuntan que el término «sabor o aroma natural» (así llamado aunque pueda contener sustancias químicas sintéticas) está en millares de alimentos, en concreto en uno de cada cuatro, aunque en las etiquetas solo suelan aparecer, unos pocos como sal, agua o azúcar. También es frecuente el término «sabores o aromas artificiales» que vendría a aparecer en una de cada siete etiquetas. Lo cierto, nos dice EWG, es que «cuando ves la palabra «sabor» o «aroma» en la etiqueta de un alimento, casi no puedes saber qué productos químicos se han añadido a la comida bajo el paraguas de este vago concepto. Para personas que tienen alergias a los alimentos poco comunes o con una dieta restringida, esto puede ser una seria preocupación». Comenta además esta organización de salud y medio ambiente norteamericana que, frecuentemente, los saborizantes y aromatizantes químicos son mezclados con emulsificantes, disolventes y conservantes , que son denominados como «aditivos incidentales» sin que el fabricante haya de revelar su presencia en las etiquetas, aunque pueden ser del 80 al 90% de la mezcla. «Las mezclas saborizantes o aromatizantes», se añade, «son complejas, y pueden contener más de 100 sustancias diferentes». PROPYLENE GLYCOL Llaman la atención sobre el hecho de que se etiquete como «saborizantes o aromatizantes naturales» a mezclas que en realidad pueden contener sustancias sintéticas como el disolvente propylene glycol o el conservante BHA o incluso ingredientes derivados de cultivos transgénicos. Y comentan que «las compañías que crean las mezclas aromatizantes suelen ser las mismas que elaboran las sustancias químicas de fragancia para perfumes y cosméticos». EWG, se nos dice «aboga para que se revelen todos los ingredientes de las fragancias y también de los aromatizantes». Esta organización aconseja que, para evitar en lo posible exponerse a estas sustancias, se opte por alimentos frescos y no por alimentos procesados que pueden contener sustancias químicas que hayan alterado su olor y sabor y que se pida a las empresas que revelen qué sustancias están usando para ésos fines. Otro elemento que preocupa a EWG son los colorantes artificiales, empleados para mejorar la apariencia de alimentos de poco valor nutricional. Y cita ejemplos como los colores caramelo III y IV que, se denuncia, pueden contaminarse con algunas sustancias que habrían sido asociadas a tumores como el 4-metilimidazol (4-MEI). También alude a la inquietud existente sobre los efectos de algunos colorantes sintéticos sobre la conducta de los niños (como la hiperactividad). Sobre el bromato de potasio (E-924), que puede encontrarse en algunos panes y galletas, y sería usado para fortalecer la masa y favorecer su horneado, se comenta que ha sido considerado como cancerígeno por el Estado de California y como posible carcinógeno por entidades como la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC). Añade EWG, que aunque la mayor parte de él se convierte en otra sustancia no cancerígena durante el horneado, habría sido detectado en pequeñas cantidades en los productos finales. La guía señala que su uso no se permite en el Reino Unido y Canadá, así como en la UE, pero que en USA aún se permite añadirlo a la harina. GALATO DE PROPILO Sobre el galato de propilo (E-310), conservante usado a veces en productos con grasas como las salchichas y el tocino, y que diferentes estudios e informes han asociado, con mayor o menor peso, a tumores, se comenta que hay mucho que estudiar acerca de sus posibles efectos reproductivos o de disrupción endocrina. Otra de las sustancias citadas es la teobromina. EWG relata como en 2010 una compañía pidió a la FDA que listase la sustancia, un alcaloide presente en el chocolate con efectos semejantes a la cafeína, como «generalmente reconocida como segura» para usarla en una serie de alimentos como el pan los cereales o las bebidas energéticas. Los científicos de la agencia americana apuntaron que el consumo medio en humanos era cinco veces más alto que el que la compañía reportaba como seguro y que la empresa no explicaba adecuadamente por qué los efectos reproductivos y sobre el desarrollo vistos en animales no eran preocupantes. Pero finalmente el uso de la teobromina fue considerado como seguro en cualquier caso a pesar de la posición de la FDA (cosa que habría sucedido también con otros aditivos sido catalogados así sin contar debidamente con la agencia). La guía comenta que, al margen de la preocupación sobre los posibles efectos sobre los consumidores hay algunos aditivos que inquietan por sus efectos sobre los trabajadores. Un ejemplo que se cita es el del diacetil (usado, entre otras cosas, como saborizante en las palomitas para microondas) que habría sido asociado a la bronquiolitis obliterante, una enfermedad muy grave de las vías respiratorias que han sufrido empleados de alguna empresa alimentaria en Estados Unidos. VIGILA LO QUE COMES La guía que ha presentado EWG no hace más que responder a lo que es una inquietud que muestran muchos ciudadanos en los países occidentales. La ciudadanía muestra, con carácter general, una cierta desconfianza hacia los aditivos alimentarios y las garantías sanitarias reales que pueda ofrecer el uso de algunos de ellos. Sabe que hoy en día, el proceso de artificialización de la producción de alimentos, ha traído consigo entre otras cosas, una fuerte utilización de estos aditivos, muchos de ellos sintéticos. Colorantes, conservantes, antioxidantes, saborizantes, aromatizantes, edulcorantes, antiapelmazantes, emulsionantes, estabilizantes, espesantes… Sin embargo, los consumidores tienen muy poca información al respecto y, básicamente, se ven obligados a confiar en que las autoridades estarán controlando bien el asunto.